sábado, 16 de febrero de 2013

Caso personalizado: Un ejemplo de tantos.


Un billete de 30 euros y a probar suerte


Las facilidades para viajar y la ausencia de fronteras en Europa relativizan la percepción de los jóvenes de decidir vivir en el extranjero | El idioma es para muchos españoles un obstáculo clave a la hora de buscarse la vida fuera


No hay duda de que empezar una nueva vida en el extranjero, sea a la edad que sea, acarrea un coste personal notable. Sin embargo, y a diferencia de generaciones anteriores, los jóvenes afrontan la perspectiva de salir fuera con abierto optimismo y lo contemplan como algo factible, sin demasiadas complicaciones. El salto se ha simplificado: "Con un billete de 30 euros te puedes ir a Inglaterra", apunta Filiberto Fernández, estudiante de 23 años de la Universidad Politécnica de Madrid.
En cuanto acabe sus estudios de Ingeniería Técnica de Obras Públicas, Fernández se planteará definitivamente si se va a trabajar al extranjero. Asegura que lo considera como un camino más, que además se puede desandar. "Te puedes marchar con cierta facilidad y también puedes volver con facilidad. Dos compañeros se fueron a principios de año a Inglaterra pero, después de echar muchos currículos durante un par de meses, tuvieron que volver a Madrid. Regresaron a casa y ya está. De todas maneras, la experiencia no se la quita nadie. Hasta te lo puedes tomar como una vacaciones para buscar trabajo", apostilla medio en broma.
Si se compara con los recursos que existían años atrás, no surgen muchas dudas. "Ahora hay más posibilidades, más facilidades para trabajar, sobre todo en Europa", afirma este estudiante que durante años ha compatibilizado el trabajo y la universidad.
José Manuel García Crespo, de 35 años, ya sabe lo que es empezar de cero en otro país. Reside en la ciudad inglesa de Oxford desde hace casi un año. En su momento, decidió dejar Madrid siguiendo a su pareja, a quien la empresa en la que trabaja le ofreció trasladarse a Oxford. La ha acompañado así en un viaje inverso al que hizo ella –nacida en Inglaterra– una década antes, cuando se trasladó a España. "Basta con buscar un vuelo y venir. Hay billetes de ida y vuelta a Londres por apenas 70 euros. Y encima no has de hacer papeleo, mucho más allá de pedir un número de la Seguridad Social, para poder trabajar. Desde el primer momento, eres legal", señala.
Al igual que hicieron en su día sus tres hermanas y hace muy poco su hermanastro, Manu no ha dudado en probar suerte fuera de España. Admite que ha tenido "mucha suerte" porque, a pesar de que la crisis también ha golpeado a los británicos, sólo tardó dos meses en encontrar trabajo. Y lo que es más importante, en su sector. Licenciado en Matemáticas, en Madrid ejercía como técnico especializado en tecnología, redes y sistemas. Eso sí, "mi falta de dominio del inglés, me llevó a tener que ocupar un puesto de menor categoría profesional a la que tenía antes", explica por teléfono desde Oxford. Ahora que ha mejorado sustancialmente su nivel de inglés, su principal objetivo es mejorar de posición en la empresa.
Sin duda, el idioma sigue siendo uno de los principales obstáculo a la hora de buscarse la vida en otro país. García Crespo considera que el escaso conocimiento de lenguas extranjeras puede convertir España "en una isla, al margen de la gran movilidad que se da en el resto de Europa". Por ello, defiende hacer todo lo posible para romper esa dinámica.
¿Qué ventajas disfruta ahora? Para este emigrado, "a pesar de la crisis, sigue habiendo oportunidades, aunque depende del sector en el que busques trabajo. Por ejemplo, la situación resulta más complicada para la gente con un perfil menos cualificado. Aquí tengo una ocupación mejor remunerada: el trabajo que hago no está pagado así en España. Y, para mi sorpresa, se cumple de forma muchísimo más escrupulosa los horarios laborales. Por ejemplo, mi contrato fija 37,5 horas a la semana. Ni más ni menos".
En opinión de Filiberto Fernández, mirar más allá de las fronteras propias, abre gran número de posibilidades: "Entre trabajar fuera de España o quedarme, he de reconocer que hasta me hace ilusión irme. Me apetece cambiar de aires, tener experiencias nuevas, conocer otras cosas. ganar independencia".
Sin embargo, confiesa que parte de sus compañeros en la universidad ven "con reticencia" la posibilidad de marchar. Entre otras cuestiones, lo atribuye al convencimiento de que no es fácil desarrollar en el extranjero la profesión para la que se están formando, "en España –recuerda– las obras públicas no se encuentran tampoco precisamente en el mejor momento". "Cuando termine la carrera, con toda seguridad si no encontrase nada interesante me iría a Inglaterra o a Irlanda a mejorar mi inglés, o Francia. Y allí buscaría cómo ganarme la vida. No soy muy quisquilloso para eso del trabajo", prevé Fernández.
Por su parte, García Crespo lo tiene claro: "Si logras trabajar fuera y dominar el inglés, mejoran tus expectativas laborales. Claro que hay que superar el miedo a lo desconocido, pero siempre acabas conociendo gente que te va a ayudar."

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