Un
billete de 30 euros y a probar suerte
Las
facilidades para viajar y la ausencia de fronteras en Europa
relativizan la percepción de los jóvenes de decidir vivir en el
extranjero | El
idioma es para muchos españoles un obstáculo clave a la hora de
buscarse la vida fuera
No
hay duda de que empezar una nueva vida en el extranjero, sea a la
edad que sea, acarrea un coste personal notable. Sin embargo, y a
diferencia de generaciones anteriores, los jóvenes afrontan la
perspectiva de salir fuera con abierto optimismo y lo contemplan como
algo factible, sin demasiadas complicaciones. El salto se ha
simplificado: "Con un billete de 30 euros te puedes ir a
Inglaterra", apunta Filiberto Fernández, estudiante de 23 años
de la Universidad Politécnica de Madrid.
En
cuanto acabe sus estudios de Ingeniería Técnica de Obras Públicas,
Fernández se planteará definitivamente si se va a trabajar al
extranjero. Asegura que lo considera como un camino más, que además
se puede desandar. "Te puedes marchar con cierta facilidad y
también puedes volver con facilidad. Dos compañeros se fueron a
principios de año a Inglaterra pero, después de echar muchos
currículos durante un par de meses, tuvieron que volver a Madrid.
Regresaron a casa y ya está. De todas maneras, la experiencia no se
la quita nadie. Hasta te lo puedes tomar como una vacaciones para
buscar trabajo", apostilla medio en broma.
Si
se compara con los recursos que existían años atrás, no surgen
muchas dudas. "Ahora hay más posibilidades, más facilidades
para trabajar, sobre todo en Europa", afirma este estudiante que
durante años ha compatibilizado el trabajo y la universidad.
José
Manuel García Crespo, de 35 años, ya sabe lo que es empezar de cero
en otro país. Reside en la ciudad inglesa de Oxford desde hace casi
un año. En su momento, decidió dejar Madrid siguiendo a su pareja,
a quien la empresa en la que trabaja le ofreció trasladarse a
Oxford. La ha acompañado así en un viaje inverso al que hizo ella
–nacida en Inglaterra– una década antes, cuando se trasladó a
España. "Basta con buscar un vuelo y venir. Hay billetes de ida
y vuelta a Londres por apenas 70 euros. Y encima no has de hacer
papeleo, mucho más allá de pedir un número de la Seguridad Social,
para poder trabajar. Desde el primer momento, eres legal",
señala.
Al
igual que hicieron en su día sus tres hermanas y hace muy poco su
hermanastro, Manu no ha dudado en probar suerte fuera de
España. Admite que ha tenido "mucha suerte" porque, a
pesar de que la crisis también ha golpeado a los británicos, sólo
tardó dos meses en encontrar trabajo. Y lo que es más importante,
en su sector. Licenciado en Matemáticas, en Madrid ejercía como
técnico especializado en tecnología, redes y sistemas. Eso sí, "mi
falta de dominio del inglés, me llevó a tener que ocupar un puesto
de menor categoría profesional a la que tenía antes", explica
por teléfono desde Oxford. Ahora que ha mejorado sustancialmente su
nivel de inglés, su principal objetivo es mejorar de posición en la
empresa.
Sin
duda, el idioma sigue siendo uno de los principales obstáculo a la
hora de buscarse la vida en otro país. García Crespo considera
que el escaso conocimiento de lenguas extranjeras puede convertir
España "en una isla, al margen de la gran movilidad que se da
en el resto de Europa". Por ello, defiende hacer todo lo posible
para romper esa dinámica.
¿Qué
ventajas disfruta ahora? Para este emigrado, "a pesar de la
crisis, sigue habiendo oportunidades, aunque depende del sector en el
que busques trabajo. Por ejemplo, la situación resulta más
complicada para la gente con un perfil menos cualificado. Aquí tengo
una ocupación mejor remunerada: el trabajo que hago no está pagado
así en España. Y, para mi sorpresa, se cumple de forma muchísimo
más escrupulosa los horarios laborales. Por ejemplo, mi contrato
fija 37,5 horas a la semana. Ni más ni menos".
En opinión
de Filiberto Fernández, mirar más allá de las fronteras propias,
abre gran número de posibilidades: "Entre trabajar fuera de
España o quedarme, he de reconocer que hasta me hace ilusión irme.
Me apetece cambiar de aires, tener experiencias nuevas, conocer otras
cosas. ganar independencia".
Sin
embargo, confiesa que parte de sus compañeros en la universidad ven
"con reticencia" la posibilidad de marchar. Entre otras
cuestiones, lo atribuye al convencimiento de que no es fácil
desarrollar en el extranjero la profesión para la que se están
formando, "en España –recuerda– las obras públicas no se
encuentran tampoco precisamente en el mejor momento". "Cuando
termine la carrera, con toda seguridad si no encontrase nada
interesante me iría a Inglaterra o a Irlanda a mejorar mi inglés, o
Francia. Y allí buscaría cómo ganarme la vida. No soy muy
quisquilloso para eso del trabajo", prevé Fernández.
Por
su parte, García Crespo lo tiene claro: "Si logras trabajar
fuera y dominar el inglés, mejoran tus expectativas laborales. Claro
que hay que superar el miedo a lo desconocido, pero siempre acabas
conociendo gente que te va a ayudar."